Acá está Víctor Victoria

¿Por qué leo cómics si ya soy grande?

lunes, 22 de marzo de 2010

Decía el filósofo F. Nietzsche: "La infancia es destino".  Recuerdo que allá en la tierna edad de 4-5 años, ví a mi madre leyendo su "Lágrimas y risas". La historia era "El pecado de Oyuki", al momento de verla casi llorar por lo que ella estaba leyendo entró en mi la curiosidad de saber la razón de dichas lágrimas. Me acerqué y sólo pude ver hojas llenas de dibujitos que no entendía. Mi madre al ver que su vástago no podía tener la mínima idea de lo que tenía en sus manecitas se dispuso a leerle la historia plasmada en un papel tosco y en color sepía.
Al momento de escuchar las primeras palabras escritas en la voz de mi madre... la magia se materializó. Los globos llenos de letras que yo había visto sobre las cabezas de los personajes hicieron que lo dibujado se convirtiera en una historia viva. Los dibujitos se movían, tenían gestos, gritaban, pensaban, comían, dormitaban... y hasta lo soñado era un dibujito. Un nuevo mundo me había sido mostrado: el mundo de la lectura en viñetas.
Hay algunos cultos literatos que afirman que la historieta o el cómic no puede ser entendido como una lectura adecuada, ya que carece de un sentido literario o académico. Ellos sabran. Lo cierto es que de esa vivencia nació en mi la necesidad de leer. A su manera, mi madre -que sólo llegó a cuarto de primaria- me enseñó a leer; cuando llegué a la primaria las planas y tareas fueron pan comido. De inmediato pedí con mis contados domingos la compra de un Cuentito. A mis manos llegó un pequeño ejemplar de Zor y los invencibles, una digna interpretación de la imaginación y la inocencia.
Con el tiempo y mi primer trabajo en una taqueria me alcanzó para comprar un ejemplar que vino a cambiar la perspectiva de un niño de escasos ocho años: Kaliman, el hombre increíble. (Sin agregar que a partir de ahí me convertí en un asiduo radioescucha de la radionovela que por aquel entonces se transmitía por Radio Red)

Por aquel tiempo, una noche llegó mi padre con una sorpresa. Una historieta que por más que he buscado algún número perdido en convenciones o tiendas especializadas de comics no he podido tener: La vida de Pedro Infante.  Por varios años se convirtió en una lectura semanal que toda la familia terminaba leyendo.
Al llegar la etapa de la secundaria no sólo me enfrenté con los cambios propios de la adolescencia, sino que en el mundo editorial mexicano se iba a producir una revolución en cuanto al mundo de la historieta se refiere. Nadie imaginaba que una parte de esa generación ibamos a quedar marcados con la historia que en unos sencillos y bien hechos dibujitos despertó no sólo la imaginación, sino también la conciencia de los que eramos y de lo que podíamos llegar a ser. La llegada a mis manos de Karmatrón y los Transformables fue un antes y un después para empezar a preguntarme que iba a ser de mi vida. Casi de manera religiosa cada semana iba al puesto de periódicos para comprar el ejemplar que mis hermanos y yo ibamos a soñar y disfrutar ese fin de semana.
Llegó el año de 1992. Un fenómeno editorial a nivel mundial iba a sacudir el mundo de la fantasia. Algunos nos emocionamos con los dibujos y la historia; otros abiertamente decían que lo habían leído por morbo. Lo cierto es que nadie fue indiferente ante el hecho: La muerte de Superman. Hasta en los noticieros hablaron de ello. Yo, en mi mundo lloré la muerte de mi Superhéroe favorito.

Ya han pasado 18 años de ese histórico cómic donde el Superhéroe por ontonomacia murió; ha muerto el Capitan América; han dejado inválido a Batman y se ha ido al exilio estelar el Dr. Manhattan.
Me he enfrentado a la crítica sobre porqué leo cosas de niños y al final mi respuesta casi es la misma: sigo siendo niño.  
Han pasado casi 30 años de aquella primera vez que ví como los dibujitos adquirian vida propia. Son casi 30 años y aún escucho las palabras de mi madre...

4 Rechiflas o aplausos:

la MaLquEridA dijo...

Imagínate que al igual que tú, leía Lágrimas y Risas, Kalimán, Los Supersabios y una revista que se llamaba Cuentos y Leyendas de la Colonia, me gustaba mucho.


Y lo dicho eres un NIÑOTE encerrado en un cuerpo de adulto.

Abrazo.

Ricardo Marin dijo...

A mi lo que me gustaba mucho eran las radio novelas de Kaliman y su inseparable amigo Solín, y los otros comics me acuerdo perfectamente de hecho mi abuelo fué editor y creador de algunos de ellos.

Saludos desde LA TIERRA del tomate RAF.

Víctor Victoria dijo...

Malquerida:
Uno de mis viejos tesoros es un ejemplar de los Supersabios. Casi casi una pieza de museo.
Gracias por lo de Niñote.

Ricardo:
Cómo olvidar la voz de Luis Manuel Pelayo en la interpretación de Kaliman; la voz de Solín la hacía un joven Luis de Alba.

Saludos desde la tierra de las tortillas de maiz azul.

RUDAZO dijo...

Para los que aun leemos comics es un halago el que nos definana como AUN niños.

Los comics han sido son y seran parte de mi formacion personal y hasta profesional, han despertado la imaginacion, nos hacen mas facil el parendizaje (es cierto por algo que se llama figura mental) y nos permiten formar un muy personal codigo moral.

Los comics alimentan nuestras ilusiones, nos hacen soñar y hasta nos hacen tener fe!!!

Vivan los comics y los que los leemos con la misma emocion de siempre!!!

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